jueves, 16 de septiembre de 2010

SE BUSCA MUJER QUE FUMA

SE BUSCA MUJER QUE FUMA
Septiembre de 2000.

Y sí, soy yo, el que sentado esperaba tu nave con destino a Marte, Saturno, Júpiter… ¿Plutón? Sí, allí mismo. Soy yo, el que golpeaba con impaciencia su maleta de ilusiones esperando tu llamado. Pero cada vez que miraba el cartelito decía “Delayed”. Estuve así, hasta acostumbrarme a la sala de espera, como en esa película, pero no esperaba lo que pasó.

Esa mañana el teléfono sonó con impaciencia. No quería levantarme, todavía no había salido el sol. Pero ante la insistencia del timbre contesté para salir de eso.

Cuando me lo dijiste, tu mirada respondió lo que pensaba, amar es como tirar piedras en un estanque, lástima que yo estaba lejos, solo me salpicó el rostro, el ruido del rocío. ¿Y qué hacer ahora? Viendo que mi viaje se cancelaba, decidí buscar otro camino, salir, perderme, trasegar, divagar, andar, volar, ¿qué más hacer si se me quedaron la mitad de mis sueños y casi todos tus silencios?

Quedé de una pieza ¿otra vez? Maldita sea ¿otra vez? Bonita forma de comenzar el día, me vestí rápido y salí.

¿Y el rumbo?, pasaje a ninguna parte por favor, sí, es el único lugar a donde puedo ir ahora. Me encontré afuera, extrañando la cordillera de tus senos, el sabor de la lluvia de tu sudor, los pájaros que salen de tu boca. Qué más da, pensé, al fin y al cabo salir era lo que quería.
Recorrí el corredor frio y azul del hospital, buscando la habitación 323, pensando que tal vez ahora si lo había logrado. Ojalá, estaba cansado de rescatarlo de sus angustias, de recuperar ese cuerpo que tanto intentó destruir. Estaba conectado a unas máquinas, ¿para qué? Si eso era lo que no quería. Es ironía… la vida es así.

Entonces salí. Busco a la mujer que fuma, era mi consigna, mi piel pedía a gritos estepas congeladas, áridos desiertos, selvas infestadas de alimañas, mares en calma evaporados por el sol. Busco a la mujer que fuma, a aquella que un día, sembró mi corazón para ver si florecía.
Su sueño a pesar de ser profundo parecía intranquilo, lo miré con rabia:
- hijo de perra, me vas a hacer perder el día-
El parte medico decía, intoxicación con barbitúricos.
Y yo:
- maldito cobarde, tírate de un edificio, pégate un tiro, pero pastillitas… joder, eso es de cobardes.
Luego llegó ella, me dio de beber y recibí con alegría, pero su sudor no apagó mi sed y comprendí que si seguía allí, terminaría por secarla. Sus senos no formaban cordillera, no sé por qué, pero no pude perderme en ellos como en los tuyos.
Esperé no se cuanto, me quedé dormido contemplando la lentitud del tiempo. Salté con el ruido de la puerta que se abría. Era la enfermera, hacia su ronda. Chequeó los sueros y las máquinas.
–No sé como está vivo-
-¿verdad? –Dije yo-
-nadie aguanta esa dosis
–siendo sinceros no me extraña ya van tres con esta-
-¿lo han internado?
-si dos veces, pero vuelve y recae.
–esa es la cosa con los suicidas…-
Escapé lo más pronto que pude, seguí mi camino, hasta darme cuenta que te buscaba. Tú eres la mujer que fuma. Tú tienes el agua que apaga mi sed. La cordillera en la que quiero perderme. Los pájaros que quiero oír cuando despierte cada mañana.
Cuando la enfermera salió le hablé:
–maldito hijo de puta, muérete de una vez ¿no ves que estoy cansado de joderme por vos, de rescatarte, de angustiarme, de cuidarte? Pero no respondió.
-Mierda, si hasta falta me vas a hacer-
Reí, creo que demasiado fuerte porque la enfermera me miró con desaprobación.
Así que decidí devolver mis pasos, a sabiendas de que ya no te encontraría. Entonces te busqué mujer que fuma, primero en otras, luego en mí. Pero no pude hallarte, viajé, viajé mucho.
Recordé cuando éramos niños y jugábamos a los soldados en la casa de la abuela, si ella lo viera ahora le daría de bofetadas, menos mal todavía no se lo he dicho a nadie, esperaré a ver que pasa. Corríamos por el monte atrincherándonos en los árboles, nos tirábamos al piso y disparábamos a los vietnamitas imaginarios que nos emboscaban. Recordé como nos turnábamos para hacer del herido, mientras el otro lo sacaba y disparaba.
Así que ese día fatídico en el que te encontré por pura casualidad, abrazada a… me sentí morir, ¿Quién osa fumarse mi cigarro de la victoria?, actué con toda compostura, pero mi cuerpo temblaba bajo la ropa. Te saludé, lo saludé, mentí sobre mi presente. Para que no quedaran tan preocupados. ¿Y cómo decirte que no tenía sosiego? que me paso las noches recorriendo los lugares habituales buscando algún olor que me lleve a ti
El médico me sacó de la ensoñación.
-es usted familiar de él-
- Sí soy su hermano-
- Bueno la cosa está así, el efecto de lo que se tomó no ha pasado y para serle franco creo que su cuerpo no resistirá más. Tiene un cuadro severo de anemia y sus defensas están muy bajas, si se recupera de la sobredosis, puede que lo mate la pulmonía que tiene. Hemos tratado de controlar los efectos secundarios de la droga. Pero el pronóstico es desalentador-
Por eso decidí no seguir viajando. Parar el mundo y bajarme de él ¿A dónde viajar si no es a tu pecho? Tus eres el reposo de mis pies cansados… o bueno, lo eras, hasta que te vi con él. Ahora solo es angustia, represión, ira contenida.
Cuando el doctor se fue, me quedé mirándote, parecía un idiota, como el día en que te vi por primera vez, tan frágil, tan pequeño. Es raro, pero siempre dicen que los hermanos mayores sienten celos de sus hermanos menores; no fue así contigo, desde el principio supe que tenía que cuidarte, Incluso más, después de que murió mamá.
Escribo, es lo único que me queda, porque ya sé que tú no vas a volver. Mi viaje termina aquí, porque el tuyo acaba de comenzar con él. Por eso no quiero intervenir. Aunque me duela vale la pena.
Decidí empezar a llamar a la gente, tenía la sensación de que esta vez no saldría de esta. Telefoneé a mi esposa, le dije donde estaba. Luego llamé a papá y le dije lo que me había dicho el médico. Lloré en silencio un rato junto a su cama. Ya no lo podía cuidar más. Esta vez le fallé.
No quiero que consideres esta carta, como la de un suicida. No lo es, solo es mi testamento al universo. Es mi forma de decirle al mundo: Busca a la mujer que fuma… ella sembrará tu corazón en la tierra y florecerá.
Cuando llegó mi esposa, traía la cara descompuesta. Había llorado y mucho. Lo raro es que no supe por qué hasta que ella me tendió ese papel. Al principio no entendía lo que pasaba. Ella salió a fumar mientras yo recorría las páginas con mis ojos llenos de lágrimas y se me arrugaba el corazón con lo que estaba leyendo. Definitivamente el mundo es muy pequeño… En ese momento mi hermano dejó de respirar.
Esta no es una carta suicida, un muerto no puede escribir. Te pido por favor, cuídalo mucho, lo quiero demasiado para que sufra como yo lo he hecho. Ese es mi regalo de despedida. Un hombre que sé que no tiene la costumbre de esperar… te lo repito, cuídalo mucho, porque es mi hermano.

4 comentarios:

JAVIER ENRIQUE dijo...

Gracias a mi parcera Lina que con mucha dedicación se sentó a corregir mi cuento, hizo la indicaciones necesarias para que quedara tal cual como lo ven. Es una fortuna tener amigos que te den garrote amorosamente y te ayuden a mejorar. Gracias miles y disfrutalo, corazón.

nina dijo...

"pensando que tal vez en ahora"... ese pedacito no más. Vos sabés que es con todo el amor.

JAVIER ENRIQUE dijo...

listo, gracias.

Unknown dijo...

El cuento es muy malo. Reconsiderar la publicación de este post, ese debió haber sido el consejo de quien lo corrigió, o tal vez antes de asar por manos del corrector no era tan malo... no se sabe.