He podido dejar atrás el vicio de hacerle poesía,
aunque no niego que extraño el olor fresco de su risa.
Me acostumbro a su ausencia
que voy llenando con cosas nuevas,
y en la lejanía de la memoria
todavia se escucha su caricia.
puede que ahora no tenga, como antes,
la cumbre de sus pechos para aullarle a la luna,
aun así, sigo siendo el lobo de sus sueños.